Un tapiz de la Bauhaus aparece 30 años después

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Un tapiz de la Bauhaus aparece 30 años después

CIUDAD DE MÉXICO.- Había algunas fotos de la obra colgada en la pared del hotel y un runrún entre comisarios y académicos del arte: existe una obra de Anni Albers (1899-1994), un encargo mexicano, un tapiz clave en la etapa final de la madrina de la Bauhaus, al que se le había perdido el rastro desde finales de los ochenta. El misterio se acaba de resolver y casi de carambola. La pieza nunca se movió demasiado: de la pared del vestíbulo pasó al sótano del hotel Camino Real de Ciudad de México, donde permaneció olvidada casi 30 años, entre polvo y humedades, mientras la obra de la alemana —opacada al principio por la de su marido, Josef Albers— se revalorizaba en manos de las mejores galerías y museos de arte contemporáneo hasta consolidarse como la gran pionera que sintetizó abstracción y artesanía, elevando los textiles a una de las bellas artes.

Enrollado como una alfombra y apretujado al fondo de una estantería. Así se encontró el tapiz en enero de 2018 los editores Carla Zarebska y Humberto Tachiquín mientras recopilaban documentación para hacer un libro homenaje a los 50 años del hotel, fetiche de la arquitectura racionalista mexicana de los sesenta, que contó con Luis Barragán y Mathias Goeritz como asesores y un puñado de obras por encargo para la ocasión: Alexander Calder, Rufino Tamayo o el propio Goeritz.

“Sabíamos que Anni Albers había sido uno de aquellos encargos –explica Zarebska– y le fuimos preguntando a todo el mundo sin suerte. El responsable de la bodega donde almacenan muebles viejos tampoco sabía nada hasta que le enseñamos una foto con el celular. Entonces reconoció lo que para él no era más que un tapete antiguo. Lo extendimos y casi nos desmayamos”.

La pareja Albers había abandonado Alemania rumbo a Estados Unidos en 1933, año del cierre de la Bauhaus ante la persecución del Gobierno nazi. Ambos eran pata negra de aquella formidable incubadora de talento: se conocieron en la sede de Weimar en 1922 cuando eran alumnos, se convirtieron en maestros –él del taller de diseño, ella de telares–, y ya en Dessau convivieron en las míticas casas diseñadas en el bosque por Gropius junto con otras parejas como Paul y Lily Klee, Wassily y Nina Kandinsky.

Su refugio americano fue Black Mountain College, en Carolina del Norte, otra vanguardista escuela donde ambos expandieron su enfoque racional y geométrico de las formas y el color. De allí saltaron en 1950 a la Universidad de Yale, su última residencia. Hasta el campus de New Haven viajaron en coche en 1967 Luis Barragán, Mathias Goeritz y Ricardo Legorreta, el arquitecto del hotel, para proponerle a Anni Albers el encargo de la, hasta ahora, obra fantasma.