En la Opinión de David Brondo

Las vallas de acero de tres metros de alto y 250 metros de largo alrededor de Palacio Nacional —indigno espectáculo de los tiempos que corren— no importan tanto como los muros ideológicos construidos a conciencia para dividir a la sociedad, despreciar a las minorías y mantener vivo el monólogo del Príncipe.

La imagen es terrible para un régimen que se asume democrático y liberal: un Príncipe hablando solo, en su palacio, desde una isla protegida por escolleras de acero. 

Nada es negociable, nada es discutible, nada está sujeto al diálogo o a la concertación. No hay política, hay imposición. Desde la isla el Príncipe ofende, degrada, provoca, minimiza y se asume mártir de una conjura universal. 

Antes que dialogar con el mundo, el aislamiento.

Símbolo de la cerrazón presidencial, la muralla de acero tendida el fin de semana para proteger al Ejecutivo terminó por florecer, gracias a la imaginación de las mujeres, en un hermoso memorial para las miles y miles de mexicanas muertas, violadas o víctimas del abuso irracional. 

A pesar de todo, se convirtió en un muro para honrar la memoria de las víctimas y, más allá, en un recordatorio de la impunidad de un país donde el 97 por ciento de los feminicidios no se castiga y el 98 por ciento de la violencia machista ni siquiera se denuncia.

Los muros de acero del presidente López Obrador al final fueron irrelevantes para contener la indignación. Por el contrario, sirvieron como vitrina para exponer la rabia contenida, la frustración y los gritos ahogados en la impotencia.

Los simbolismos del poder patriarcal, no obstante, quedaron plasmados en el acero. 

Las cercas tendidas alrededor de Palacio Nacional son apenas un paralelismo de las barreras construidas por una autocracia que no admite otra voz sino la del presidente. Son la representación de los muros de un discurso que divide, segrega, polariza, desprecia a las minorías y solapa el machismo como forma de vida social. 

Las escolleras de acero hablan con tanta claridad de los muros ideológicos como del inquilino de la isla: el presidente vive ensimismado en su palacio, ajeno a la realidad, a la vida cotidiana. No sólo es insensible al sufrimiento de los demás e incapaz de dar respuesta a las demandas sociales, sino que desde el interior de sus murallas reduce a las mujeres —son manipuladas, dice— y lanza consignas condenatorias contra a propios y extraños si no comulgan con su credo. Un príncipe con verdades absolutas grabadas en acero.

A él lo eligió una mayoría y no tiene que rendir cuentas a nadie. Ni siquiera a quienes lo llevaron al poder. En su obcecación, infringe las mínimas normas de convivencia social, agrede a sus adversarios, lanza como candidato a la gubernatura de Guerrero a un hombre impresentable acusado de abusos sexuales y violación y subestima los reclamos de miles de mujeres. 

Para el Príncipe de la isla ninguna voz —ninguna oposición— es legítima, ni siquiera aquella nacida del clamor de justicia de las víctimas de la violencia patriarcal. Antes vivir entre murallas que escuchar a los demás. “El Estado y el patriarca soy yo”. 

Después de que deje Palacio Nacional su legado estará ahí durante años: un país dividido, una sociedad polarizada, movimientos radicalizados, un quiebre democrático y una discordia generalizada a lo largo y ancho del país. Tendremos una sociedad herida.

La siembra de rayos desde la isla presidencial no cesa. En el futuro veremos una cosecha de tormentas y tornados sin precedentes, cuyos estragos tardarán lustros en superarse. Pagaremos el costo de ser gobernados desde una isla amurallada.

Galerín de Letras

La investigación ministerial de la Fiscalía General de la República —publicada ayer por El País— sobre las cuentas bancarias en millones de dólares de la actual senadora priista Sylvana Beltrones, hija de Manlio Fabio Beltrones, en la Banca Privada d’Andorra, pone otra vez al PRI en el centro de un huracán mediático. Siempre parecerá imposible disociar esas danzas de los millones en las grandes bancas globales con la presunción de corrupción. ¿Acaso no pueden operar con los bancos nacionales?

Twitter: DBrondo

El Príncipe y sus Escolleras