Ir a la escuela primaria en los años 70 era un asunto muy simple, porque nuestros padres gastaban en par de zapatos, un cuaderno, un par de lápices, una bolsa de hilo de plástico que hacía las veces de mochila y un uniforme que se podía adquirir en el transcurso de las primeras semanas por que se utilizaba solo los lunes o para los desfiles. Los niños con más posibilidades económicas llevaban mochila, pincelines, más de un cuaderno, sacapuntas y además de lápiz, una pluma.
El asunto se ponía grave cuando los profesores nos pedían que forráramos con plástico los libros de texto gratuito o una tarea especial que requería otro tipo de materiales, como pinturas Vinci, bicolores, papel cascarón; eso era un golpe al bolsillo.
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Fueron las décadas estelares de la educación gratuita, donde los libros de texto eran la representación misma del bienestar e ir a la primaria era lo más importante para un niño, más allá de los útiles o el uniforme.
Pero como siempre sucede en el capitalismo, la movilidad social nos conduce inevitablemente al consumo y vemos 50 años después que en las escuelas públicas es “necesario” cumplir con la “lista” de útiles escolares.
En un cálculo aproximado, un padre de familia puede llegar a gastar entre 2 000 a 5 000 pesos para surtir la lista de útiles escolares, los uniformes (el formal y el de educación física que incluye en algunas escuelas el moño para el pelo y las calcetas con el nombre de la primaria, importantes para una buena calificación), zapatos y tenis, la cuota “voluntaria” de padres de familia, además de la mochila. Teniendo en cuenta que algunos tienen de dos a cuatro hijos, el asunto económico se complica bastante.
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Por su parte, el gobierno les hace el caldo gordo a los proveedores al entregar útiles escolares, más como un asunto político que de bienestar, porque aparte que los da cuando los niños ya iniciaron las clases, pocas cosas son las que contiene el paquete de “ayuda” además que los materiales son de mala calidad y pocos meses después las mochilas estarán en las ventas de segunda de los tianguis o en las espaldas de los trabajadores de la construcción.
Cuando veo a mis alumnos universitarios que llegan con un solo cuaderno y una pluma, toman apuntes en clase y sacan excelentes calificaciones me pregunto si la sofisticación de los “útiles escolares” en los niveles básicos ha impulsado un mejor aprendizaje, una educación de calidad, un progreso en el avance científico de la Patria, una calificación significativa en las pruebas PISA.
No lo creo, cada vez es más frecuente ver las carencias académicas con las que llegan los estudiantes a la universidad, donde la mala ortografía, la mala redacción, la pésima comprensión lectora y el nulo hábito de la lectura son muestras evidentes que la eficiente formación académica no esta en las cosas o los “útiles” sino en el trabajo áulico y desempeño de los profesores.
El cuaderno y algo con qué escribir (lápiz, pluma y tinta) son los únicos útiles fundamentales para el aprendizaje, lo demás es parafernalia.
E-mail: garciasaenz70@gmail.com