Gerardo González…
(Primera parte)
Por José Ángel Solorio Martínez
Centellearon los ojos aceitunados de Reynaldo Martínez, El Gallero. Entrecerró sus párpados –achalándolos aún más sus ojos- y sentenció como palabra de Dios:
-¡No hubo pistolero más valiente en...