Por El País

Un águila imperial yace en una camilla en el quirófano veterinario en el Hospital de Fauna Salvaje de Grefa (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat). El animal permanece inerte mientras dos veterinarias le aplican antibióticos y le inmovilizan un ala. Es uno de los 6.000 ejemplares que llegan cada año a ese centro ubicado en Majadahonda (Madrid), en su mayoría víctimas de colisiones y electrocuciones en los 25.000 tendidos eléctricos que se extienden por España. Se estima más de 200 águilas perdiceras y más de 120 imperiales han muerto electrocutadas en el país en los últimos 15 años.

Las especies más afectadas son las águilas imperiales y reales, los buitres negros, los halcones y los búhos reales. Estos últimos tienen una trampa mortal en su principal zona de cacería en la Comunidad de Madrid: el campo de tendidos eléctricos de Majadahonda, al que se llega a través de una vía de tierra perpendicular a la carretera, por donde hay que caminar durante 10 minutos. En esa región, las estructuras de electricidad no están señalizadas —se suelen utilizar tiras de neopreno o silicona o espirales rojas— ni aisladas cómo determina el Real Decreto. “Se puede pensar que al lado de grandes zonas urbanas no hay diversidad, pero no es así. Aquí, estamos junto a un parque natural y no hay protección”, critica Juan José Iglesias, portavoz de SOS Tendidos Eléctricos.

Iglesias señala que muchos tipos de águilas resultan heridas o muertas en el campo de Majadahonda. “Actualmente, hay 420 parejas reproductivas de águila imperial ibérica. Esa población pudiera haber crecido si no fuesen por los tendidos. Como consecuencia, muchos ejemplares colonizan sitios que consideran más seguros, pero que no corresponden con su hábitat natural”, afirma el ecologista.

El mayor porcentaje de aves que se choca con los tendidos muere, y las que logran sobrevivir se quedan con traumatismo en las alas, lo que les impide volver a volar”, según explica Nicolás López, técnico de la ONG Seo BirdLife. “Algunas caen ardiendo en el suelo, lo que puede incluso provocar incendios”, añade.