En los años 30 del siglo XX había África entre tres y cinco millones de elefantes. Ahora quedan unos 350.000. Cada año, desde que comenzara el siglo, caía entre el 8% y el 10% de ellos abatidos por los cazadores, en su mayoría para arrancarles los colmillos. Sin embargo, un estudio muestra que, desde 2011, la caza furtiva se ha reducido a menos de la mitad. Un grupo de científicos ha aprovechado esa buena noticia para determinar qué factores están tras el exterminio del animal más grande que pisa la Tierra.

Teniendo en cuenta que el crecimiento natural de las poblaciones de elefante africano ronda el 5%, el ritmo de la caza furtiva era insostenible: en 20 años se habrían extinguido. Sin embargo, este nuevo estudio, publicado en Nature Comunications, calcula que del 10,4% de elefantes abatidos  del total que habitaban el continente en 2011 se ha pasado a un 3,7% en 2017. En cifras absolutas, frente a 35.000 elefantes muertos al año, ahora son entre 10.000 y 15.000. Esto no significa que las cifras se estén recuperando, ya que también mueren de hambre, enfermedades o atacados por los leones. Pero sí indicaría que el ritmo de su declive ha descendido y, en algunas áreas, como en amplias zonas de Botsuana, donde estaría creando problemas, o en el enorme parque nacional Kruger, en Sudáfrica.

“El factor más importante de esta variación temporal es, de largo, el precio del marfil”, dice el biólogo de la Universidad de York (Reino Unido) y principal autor del estudio, Colin Beale.Tres cifras ayudan a verlo. Según datos del Comtrade de la ONU, un kilogramo de marfil en el mercado local podía pagarse a unos 20 euros a comienzos de siglo, cifra que se multiplicaba por 10 o más ya en los mercados asiáticos de destino como Hong Kong o Macao. Una década después, en 2014, los precios al por mayor en Asia subieron hasta los 1.900 euros, según un informe de la organización Save the Elephants, para bajar en 2017 hasta apenas 620 euros.

Beale y sus colegas creen que el aumento de la demanda podría estar relacionado con la emergencia de la nueva clase media alta de China. “A medida que la economía crecía, la demanda era mayor y, una vez que empezó el enfriamiento, empezó a bajar”, afirman. A esto también ha debido ayudar la prohibición de comerciar con marfil de elefantes africanos anunciada por las autoridades chinas en 2016, aunque no entraría en vigor hasta diciembre del año siguiente. No es la primera vez que se relaciona el aumento (o descenso) de la caza furtiva en África según le vaya a los chinos, principales compradores del marfil. Aquí y aquí hay más datos sobre la conexión entre riqueza en el lado de la demanda y la mortandad de elefantes.

Pero hay otros factores que favorecen o desincentivan la caza furtiva de elefantes. El estudio, que cuenta con la participación de investigadores de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), contó los miles y miles de cadáveres localizados entre 2002 y 2017 en 53 áreas de 29 países, donde viven más del 50% de los elefantes de sabana (Loxodonta africana) que quedan.

Al tener datos de tantas zonas, varias dentro de un mismo país, pudieron comparar la situación tanto geográfica como temporalmente. Suponiendo que los precios en destino eran iguales para todos, pudieron destacar qué factores internos hacen que la gente mate más o menos elefántidos. Aunque el factor que mejor correlaciona con el número de elefantes muertos seguía siendo el precio del marfil, la pobreza local o la corrupción a escala nacional correlacionan más con las cifras que otras variables, como el hecho de que los animales estuvieran fuera o dentro de un área protegida o si existía un número adecuado de rangers que los protegieran.

“Después de algunos cambios en las políticas ambientales, el número total de elefantes matados ilegalmente en África parece estar bajando, pero para valorar las posibles medidas de protección, hay que conocer tanto los procesos globales como los locales que afectan en la caza ilegal de elefantes”, comenta en una nota el investigador de la Universidad de Friburgo (Alemania) y coautor del estudio, Severin Hauenstein. Y Beale concreta: “Necesitamos reducir la demanda de Asia y mejorar las condiciones de vida de las gentes que viven con los elefantes en África, son los dos grandes objetivos para asegurar la supervivencia a largo plazo de los elefantes”.