La Paja del Trigo

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La Paja del Trigo
David Brondo

Al final del día, la sociedad supo distinguir muy bien la paja del trigo. Digámoslo con todas sus letras: los resultados de la consulta popular del domingo pasado significaron un rotundo fracaso del gobierno y todos sus brazos políticos.

A pesar de ser promovida por el partido oficial, por todo un régimen de poder y por el mismo presidente López Obrador, los esfuerzos de la Cuarta Transformación no lograron romper la indiferencia social frente a la trama populista.

Se trata de un fracaso sonoro, estrepitoso, de sus impulsores. Se requería, como es sabido, de un 40 por ciento de participación para que los resultados del ejercicio ciudadano fueran vinculatorios y tuvieran una validez legal. Sin embargo, la consulta apenas convocó al 7 por ciento de la población.

¿Qué provocó la desgana y el desinterés de la inmensa mayoría de los electores ante un nuevo instrumento democrático como es la consulta popular? Dentro de las múltiples razones del descalabro del ejercicio del 1 de agosto, habrá que destacar una: no se puede apostar a la democracia desde el populismo.

Los ciudadanos parecieron advertir que participar en la consulta no sólo significaba avalar una farsa, sino también legitimar el uso faccioso de la ley, de la lucha contra la corrupción y de los mecanismos del Estado. Someter a consulta la aplicación de la justicia fue un disparate mayúsculo. ¿A quién se le ocurre preguntar en una consulta popular si debe castigarse a la corrupción, a los corruptos y a las conductas delictivas? ¿A quién se le ocurre preguntar si se deben garantizar los derechos de la víctimas?

La gente está cansada de la mala política y de los políticos sean del signo que sean. Para una inmensa mayoría, los “políticos” son sinónimos de mentira, simulación, patrañas y corrupción. En su peculiar percepción de la realidad —que los hace ver los resultados del domingo como un éxito— López Obrador y los exponentes de la Cuarta Transformación se han creído inmunes a los reclamos de la sociedad. Hoy saben que no es así. En sí misma, la indiferencia frente a la consulta fue una respuesta a las ocurrencias presidenciales y al revanchismo que alimenta los juegos y las vendettas de las élites políticas.

Ni siquiera los núcleos duros de Morena se tragaron la píldora de tener que someter al voto de los ciudadanos la necesidad de hacer justicia para llevar a los ex presidentes del PRI y del PAN ante los tribunales. Todo mundo quisiera ver a los corruptos tras las rejas. Si hay motivos para proceder contra Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto que les inicien un juicio cuanto antes. Esclarecer y castigar los delitos y las atrocidades cometidas en el pasado sería muy saludable para el país. Sería, ante todo, un acto de justicia, especialmente contra los desaparecidos y las víctimas de la violencia irracional que se extiende hasta nuestros días. La ley no se negocia, ni se discute ni se consulta, se aplica y nada más. ¿Por qué el gobierno de Morena no lo ha hecho?

La consulta, ha quedado claro, era innecesaria; una justificación para la propaganda del régimen y nada más. La gente lo entendió así: no más politiquería, no mas argucias, no más atole con el dedo. En contrapartida, la Cuarta Transformación no parece comprender que, en efecto, existen amplias simpatías populares por su proyecto, pero no una fe ciega ni una entrega incondicional. Bien harían Morena y el gobierno en reconocer que la abulia dominical no fue otra cosa sino el reflejo del hartazgo y el cansancio frente a la demagogia y los caprichos de un presidente más ocupado en la politiquería que en los problemas reales del país.

De hecho, esa indiferencia ante las urnas va aparejada a un reclamo legítimo de amplios grupos sociales: que el gobierno gobierne. Así de básico: que la administración pública se encargue de administrar, elaborar, ejecutar planes y programas para tratar de resolver los tremendos problemas nacionales. Menciono sólo cinco: la pandemia, la quiebra de los sistemas pensionarios, las finanzas de Pemex, la corrupción y la violencia de los cárteles y su terrible carga de muertos y desaparecidos.

Por desgracia, pareciera que a Morena y a la Cuarta Transformación sólo le interesa la política electorera. Apenas había terminado la consulta del domingo, cuando ya estaban hablando de la revocación de mandato del presidente para marzo 2022, otro proceso totalmente innecesario. López Obrador fue elegido democráticamente y con un amplio respaldo electoral para un período de seis años. No hay razón para ir de nuevo a las urnas. Nada ni nadie pone hoy en duda su legitimidad. Que termine su gestión y punto. Sin embargo, la consulta para la revocación ya está aprobada. ¡Qué flojera!

López Obrador y su partido deberían oír con más atención el clamor de los ciudadanos que el domingo dijeron: “¡Ya basta!”.

Es hora de que todos escuchemos el silencio alrededor de las urnas.

Galerín de Plomos

Ante los pobres resultados políticos de la consulta, Morena y el presidente López Obrador requieren que alguien pague los platos rotos y ya pusieron los ojos sobre el INE. A pesar de que los líderes del partido y el propio mandatario han dicho que la consulta fue un éxito, han emprendido una nueva campaña de descalificación del Instituto. La necesidad de tener un enemigo enfrente, así sea inexistente, es indispensable para la construcción del discurso oficial del complot, la conjura y el asedio a la Cuarta Transformación: el gobierno, el presidente, como eternas víctimas.

Twitter: DBrondo