La belleza comprende que no existen los milagros

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Por EFE

Las llamadas píldoras milagro, cada vez más presentes y accesibles para todos, siguen creando adeptos y generando consecuencias nocivas para la salud a partir de la complicidad de una sociedad que fundamenta su belleza y su salud sobre resultados inmediatos.

“Para la nutrición no hay milagros”, expresa a Efe la nutrióloga Amelia Aldana, acabando con las esperanzas de muchos consumidores de estos productos que carecen de registro sanitario y ofrecen propiedades terapéuticas.

“Se piensa que sí porque la publicidad lo hace sentir así”, explica, relacionando el hecho con la desesperación de la gente por alcanzar unas condiciones de salud o de estética determinadas.

En México, siete de cada 10 adultos padecen obesidad, algo que para la doctora “está haciendo que la gente busque desesperadamente cómo bajar de peso”.

Cree que la gente, a partir de una concienciación, “está entendiendo que la obesidad es una enfermedad” y por ello “está buscando perder peso por salud”.

Una paciente suya, que habló con Efe bajo condición de anonimato, y que experimentó con las píldoras hace algún tiempo, no parece opinar lo mismo. “Es una cuestión estética”, asevera.

“Si fuera cuestión de salud irías al doctor y cambiarías tus hábitos”, explica la paciente, quien tuvo complejo por su corpulencia desde la niñez.

Antes de tomar las píldoras, pasó por 15 tratamientos que implicaban a doctores y nutriólogos especializados, sin resultados favorables.

No ver pérdidas inmediatas la inclinó a optar por las píldoras milagro, aconsejada por un familiar.

Las píldoras muchas veces son productos procedentes de China vendibles en farmacias sin necesidad de recetas o vía venta telefónica. “La gente no sabe ni lo que toma”, afirma Aldana.

“Eran una pastilla azul y otra roja. Las cajas tenían un dibujo que mostraba a una persona bajando de peso junto a unas letras chinas”, esa es toda la información que aportaba el fármaco a la paciente.

“Existía el rumor que una amiga de mi tía las había mandado a investigar y eran pastillas buenas”, dijo, y esto es todo lo que necesitó para confiar en ellas.

El caso de Lucero Priscila Garza, una joven 24 años que murió a principios de este mes por complicaciones registradas tras el consumo del producto Avitia Cobrax, con el que buscaba bajar de peso, desató las alarmas.

“¿Sabes qué hace a la gente hacer lo que sea? Las ganas de bajar de peso”, explica la nutrióloga, quien ruega a las personas no dejarse engañar por estos productos oportunistas, ya que “los resultados y consecuencias son letales”.

El cuerpo se deshidrata de manera extrema en cuanto empezamos a ingerir estos llamados fármacos milagro, debido a los diuréticos presentes en su composición, apunta.

También se le suman otros efectos, como “la arritmia cardiaca, la ansiedad y el insomnio”.

Su paciente lo corrobora contando cómo no podía dormir por las noches, languideciendo insomne sobre las sábanas hasta “por lo menos las tres de la madrugada” y con “una sed insaciable”. Aun así, se mantenía contenta, había perdido siete kilos en cuatro meses.

Para la doctora, esto es una confusión: “Pierden peso, pero porque pierden agua”.

Efectivamente, su paciente, cuando dejó de tomar las píldoras a causa de recurrente insomnio y ansiedad, recuperó el peso perdido e incluso aumentó algunos kilos.

Pero a la doctora le preocupan más los efectos a largo plazo: “Daños hepáticos y daños renales”, asegura.

Aldana comprende, a la par que lamenta, las necesidades inmediatas en lo relativo a la pérdida de peso y los miedos a que el doctor restrinja opciones más rápidas y baratas.

“Usan ese tipo de tratamientos milagro porque es más fácil el acceso y no tienen que ir a una consulta”, explica, y su paciente lo confirma añadiendo que “el ir al doctor te toma ciertos esfuerzos”, como tiempo y dinero.

“Venir al nutriólogo se ha convertido en la última opción y debería ser la primera”, explica Aldana.

Su paciente, mientras tomaba las pastillas, eludió consultar un nutriólogo o médico pues ya sabía que le iba a reprimir el uso de las píldoras. “A las mujeres se nos pide una talla ideal”, argumenta.

Ahora, tras haber dejado de tomarlas, la paciente prioriza su salud. “Hoy a mis 38 años hago las cosas por salud”, asevera, convencida de no volver a tomar las pastillas.

La joven representa un caso más de consumo de píldoras milagro que, tras pasar una mala experiencia, comprende ahora que su salud está por encima de su belleza.