El Otro Poder
David Brondo

En la recta final de los comicios, la violencia política brota en una inquietante realidad: la expansión insólita del narcopoder y sus tentáculos. La brutalidad electoral dejó de presentarse en hechos aislados de comunidades serranas y municipios lejanos y hoy aparece en Acapulco, Cajeme, Moroleón, Ciudad Victoria, Valle de Bravo y en todas las latitudes de la geografía nacional. 

La espiral no da tregua. Los últimos días dan cuenta de las dimensiones de ese poder que aspira a dominar la vida política:

Domingo. Alejandra Aranda, candidata del Partido Chiapas Unidos, es liberada junto con otras 27 personas después de estar secuestrada por grupos dirigidos por operadores políticos. Sus captores pedían 2 millones de pesos para su liberación. Mientras tanto, en Querétaro la candidata de Morena a la gubernatura, Celia Maya, detiene sus actos de campaña tras un ataque a su equipo logístico.

Lunes. El candidato de Movimiento Ciudadano (MC) a diputado federal, Fermín Ruano, es retenido y golpeado por un grupo de hombres en Ayutla de Juárez, municipio de Guerrero. 

Martes. Alma Rosa Barragán, quien contendiera por la alcaldía de Moroleón bajo las siglas de MC, es abatida a balazos en un acto partidista, y el candidato del Partido Verde a la presidencia municipal de Uruapán, Omar Plancarte, es secuestrado por un grupo armado. Hasta ayer no había aparecido.

Miércoles. Un comando ataca a balazos a Jorge Alberto Alonso, candidato de Fuerza por México a la alcaldía de Acapulco, cuando viajaba en su camioneta de campaña por las calles de una zona suburbana del puerto. Libra el atentado, aunque es hospitalizado.

El pasado fin de semana la comidilla de todos los mentideros políticos era una noticia increíble: Zudikey Rodríguez, candidata de la coalición del PRI, PAN y PRD a la alcaldía de Valle de Bravo es subida a un vehículo mientras encabeza un mitin en la cascada Velo de Novia. La llevan a Tejupilco —a 64 kilómetros de distancia—, donde un grupo armado le perdona la vida, pero le exige dejar la campaña. Los hechos sucedieron el lunes 17 de mayo. Cinco días después el PAN anuncia la suspensión de sus campañas en el sur del Estado de México por las condiciones de “grave inseguridad”.

¿Qué sigue? ¿Con cuál manifestación de fuerza nos sorprenderá hoy el narcopoder? 

La violencia de estos días refleja no sólo la capacidad de fuerza y movilización de los grupos que desde los cárteles del crimen organizado o desde las sombras del poder político desestabilizan el proceso electoral, amenazan, agreden, secuestran y asesinan. 

Se trata de un poder con alcances inauditos: tiene capacidad de veto, corrompe, impone su ley de plata o plomo a partidos y autoridades y, como ha sucedido con al menos en 34 casos, asesina a los aspirantes “incómodos”. Es un poder que no sólo decide quiénes pueden ser candidatos, sino quienes tienen derecho a vivir y quienes no.

Según la Etellekt Consultores, agencia especializada en comunicación y gestión de riesgos, además de esos 34 candidatos, hay otros 54 políticos —alcaldes, regidores, operadores y dirigentes partidistas— asesinados en los procesos de este 2021.

En el escenario del caos generalizado asombra no tanto la fuerza del crimen organizado, como la impunidad de sus actuaciones y la inmovilidad de las autoridades federales y estatales frente a la amenaza de ingobernabilidad.

No hay urgencia oficial para enfrentar al narco y a los grupos políticos más oscuros que hoy se atreven a violentar la elección como nunca antes. Por ningún lado se ve interés en el tema: no se plantean estrategias de contención ni esfuerzos coordinados entre la federación y los gobiernos locales. ¿Alguien sabe alguna reunión de emergencia de mandos federales y locales y el INE para enfrentar el fenómeno y tratar de garantizar la tranquilidad de los comicios del 6 de junio?

A pesar de la magnitud del desorden, pareciera que el presidente y los gobernadores sólo ven en los muertos y en las decenas de víctimas un “daño colateral” de los comicios. Total, ya faltan sólo unos cuantos días para la jornada electoral.

Mientras el narcopoder acosa, somete y asesina, las autoridades, comenzando por el mismísimo presidente de la república, se encuentran ensimismados en lo suyo. Esa es la prioridad de nuestros políticos: ganar los comicios para sus comicios. Sí, ganarlos aun a costa de perder la democracia y la propia gobernabilidad del país. 

Acudir a las urnas el 6 de junio y votar por los candidatos mentirosos, coludidos o bajo sospecha es una buena manera de fortalecer el voto ciudadano y de decirle a los políticos y al narcopoder que la sociedad no está dispuesta a ceder ni sus libertades ni sus derechos democráticos. Votar por quienes degradan la vida nacional es una manera valiente, útil, de enfrentar a los poderes criminales enquistados en la política.

Galerín de Letras

A pesar de lo asfixiante y desgastante que resultan, los modelos del liderazgo autocrático suelen ser considerados muy eficientes para el manejo vertical de instituciones y empresas, para la toma de decisiones en situaciones críticas, en el control de procesos y en el logro de resultados a corto plazo. El gobierno dictatorial y centralista de López Obrador ni siquiera puede jactarse de eso. Como muestra están la operación de Pemex y la CFE, la inseguridad creciente, el desplome de la IED, el manejo de la pandemia, la dramática baja del empleo y la reciente degradación de la calificación de seguridad aérea para México por parte de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos, por señalar algunos rubros.

Twitter: DBrondo