En el pasado, la imagen de un jubilado era la de una persona anciana, que se retiraba para vivir sus últimos días, meses o años en paz y en espera de la muerte, con la satisfacción de haber cumplido con sus deberes en la vida.
Sin embargo, en décadas recientes ese paradigma ha cambiado y vemos como los jubilados se han reinventado para trazar un plan de vida después de retirarse laboralmente; que va desde viajar, emprender negocios, contratarse en otras actividades o simplemente disfrutar del tiempo libre pagado.
Hace algunas semanas me reuní con mis hermanas jubiladas y mi hermano Gonzalo que ese día celebraba su jubilación del Hospital Infantil de Tamaulipas; todos estaban felices, supongo que también yo, con cierta nostalgia de recordarlo cuando éramos muy jóvenes y estudiábamos ambos en la universidad.
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Entonces él tenía el trabajo ideal como estudiante de comunicación, era fotógrafo clínico con un laboratorio totalmente equipado que fue, a los ojos de muchos que estudiábamos, un espacio soñado. Solíamos ir ahí porque era uno de los pocos lugares donde podíamos revelar diapositivas, muy socorridas para nuestras clases.
Los años corrieron muy rápido, tan rápido que la fotografía análoga desapareció dando paso a la digital, la tecnología inventó nuevas formas de producir imágenes y este tipo de laboratorios pasaron a ser obsoletos; así mi hermano permaneció en la burocracia entre la evolución de la fotografía, el reinventarse y la llegada de los juniors a las oficinas gubernamentales que desde la época de Eugenio Hernández empezaron a ocupar los puestos directivos, jefaturas de departamento o simplemente un escritorio, con sueldos jugosos y compensaciones desorbitantes cuyo mérito era ser hijo, sobrino, primo o nieto de alguien importante.
Gonzalo navegó la última década de su vida laboral en la burocracia estatal, ahí donde los méritos, el talento, la trayectoria, el perfil profesional no sirven de nada si no eres recomendado, tienes relaciones de lambisconería con el poderoso, pariente de alguien influyente o junior inútil del campestre o casino victorense.
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El mundo laboral cambia y conforme pasan los años se vuelve más vil, más asfixiante, más injusto, cuando solo eres “tropa” en la burocracia y lo único que te respalda es tu trabajo en la rutina, en los días aciagos, en la lluvia, en el frío, en el salario exiguo; cosas que por cierto a nadie le importan, cuando de lo que se trata es ganar posiciones, puestos y recomendaciones para tener privilegios, altos sueldos y compensaciones. Por eso, tal vez de ahí venga el júbilo que las personas sienten cuando se retiran, se liberan y comienzan a vivir la vida.
Nunca hasta ahora he conocido a alguien que, teniendo un alto puesto, un buen sueldo y una alta compensación se jubile; por lo general quien se va son aquellos que la vida laboral ya no les ofrece una opción de realización personal.
Por eso celebro a quienes han cambiado el paradigma de la jubilación haciendo de esta etapa un proyecto de vida; y celebro también a mi hermano, que finalmente podrá dedicar todas las horas que quiera a su laboratorio que ha montado de fotografía análoga, donde revela, imprime y toma fotografía con los métodos tradicionales, haciendo de ese espacio un lugar ideal, como lo fue en su juventud.