Lo conocí en los pasillos de la Universidad fumando en actitud nerviosa, había llegado con el equipo que el gobierno del estado mandó a la Universidad para hacerse cargo de la oficina de comunicación social, bajo la complacencia del mal logrado rector Jesús Lavín Santos del Prado.
Desde entonces se enquistó en la nómina universitaria; nunca supe cuál era específicamente su función y sobre sus estudios algunos decían que era contador, otros que había estudiado administración, pero la mayoría solía decir que no tenía título universitario. Por meses o tal vez por años desaparecía del paisaje universitario, de vez en vez aparecía como un espectro deambulando en los pasillos de la rectoría.
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Con la muerte de Ángel Vázquez y la derrota del cabecismo reapareció, pero ya como funcionario universitario, para nadie fue un secretó que era la avanzada de lo que finalmente sucedió en noviembre del año pasado.
Raramente se le veía en los eventos de Guillermo Mendoza y cuando ocupaba presídium estaba incómodo, nunca o rara vez usaba camisa oficial y solía andar por las orillas como era su costumbre. Para nadie era un secreto su fama de acosador, incluso dos días después de ser nombrado secretario de administración despidió a tres mujeres, a quien acusó de filtrar documentos confidenciales; aunque en los corrillos universitarios se sabía que habían sufrido acoso de su parte y le urgía deshacerse de ellas. Ese pleito duró varios meses, hasta que, sin llegar a un acuerdo para que retiraran su acusación de acoso, las universitarias decidieron demandar.
En pocos meses se convirtió en todo poderoso; se dice que a él fue el artífice de la brillante idea de borrar tontamente la imagen institucional del anterior rector en los regalos navideños de los profesores, gastando varios millones de pesos para que nadie “descubriera” que Mendoza las había mandado hacer, retrasando la entrega de más de 10 000 mil camisas y chamarras del personal universitario para que se parchara absurdamente el logo de la administración anterior. Ambos gastos innecesarios mostraron su “inteligencia” en cosas de gestión administrativa y política.
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Dio la orden de que al personal se le amagara con las listas de asistencia, tanto que se empezó a tratar los trabajadores universitarios como empleados de maquiladora, vigilados hasta el último minuto de la jornada, advertidos que no se bonificarían ni en tiempo y dinero las horas extras, haciendo anotaciones al margen de las firmas de asistencia, bajo un acoso laboral sin precedentes.
Ante el silencio de las instancias defensoras de derechos y equidad universitaria, valga decir, no se cumplió la cuota de género en el nombramiento de las secretarías de la universidad y que muchas compañeras universitarias siguen estando en peligro con acosadores por todos conocidos y que siguen en sus puestos, donde fueron impuestos por el cabecismo.
El presidente de la República insiste en que las escaleras de la corrupción se barren de arriba hacia abajo, principio que en la Universidad no se ha cumplido, donde las camionetas de lujo, los estacionamientos exclusivos y los escandalosos sueldos a privilegiados no han sido desterrados, así como los altos funcionarios mendocinos que ya fueron ratificados.
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Dicen que el impresentable ya se fue, pero también que seguirá mandando y cobrando; decidiendo sobre asuntos de una institución de la que nunca sintió pertenencia, en la que nunca pisó un aula, a la que nunca le tuvo respeto. Quienes hemos sido denostados y despreciados por autoridades universitarias, sabemos que esta institución vale por el trabajo honesto, la disciplina, el estudio, el compromiso, pero poco abonan al prestigio de esta Casa de estudios quienes de afuera vienen y quieren poner orden sin tener ni idea de lo que significa el espíritu universitario.
No hacen falta equipos en primera división, ni institutos de la mujer, ni sentirnos familia, sino convertirnos en universitarios bien tratados económica, moral y académicamente. Necesitamos infraestructura digna, limpieza de basura en las calles de los campus, un amplio programa de fomento a la cultura y a las artes, más comedores universitarios, más dispensarios médicos, suficiente apoyo psicológico para quien lo requiera, cuotas bajas, cursos de idiomas gratuitos, mayor tecnología, apoyos a los estudiantes foráneos, jardines bien cuidados, espacios viales eficientes, entre otras muchas acciones que los administradores de la universidad nunca han atendido, han abandonado o simplemente no las consideran prioritarias políticamente hablando.