Editorial Cuarto Poder

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“Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre” José Martí.

Desde hace varias décadas se ha vuelto una idea común que la población considere que la inversión en educación es la mejor herramienta para poder salir adelante económica y socialmente. No por nada, en las clases más humilde, los padres hacen enormes sacrificios para lograr que sus hijos accedan a una mejor educación que la que ellos tuvieron.

Parece lógico, elemental y hasta de sentido común, sin embargo conforme avanzamos en la escala económica y de poder, en algún punto se trunca, pues los diferentes niveles de gobierno destinan una ínfima parte d e todo el presupuesto que les es otorgado para educación.

Según datos del Banco Mundial nuestro país únicamente destina el 5.2 por ciento del Producto Interno Bruto a la educación, en comparación con países como Nueva Zelandia, que destina el 7.1, Islandia, que invierte el 7 por ciento, Ghana con el 8.1 y Dinamarca con el 8.5 por ciento.

Las autoridades federales podrán argumentar que México ha aumentado considerablemente su presupuesto para la educación, sí, sin embargo si analizamos detenidamente, únicamente el 2.5 por ciento se destino a mejorar las escuelas, siendo que más del 75 por ciento es destinado al pago de salarios.

Aún más, a decir de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) si ese 5.5 por ciento “se distribuye entre el número de estudiantes, da como resultado que México tiene el gasto más bajo de toda la OCDE”.

La situación adquiere tintes dramáticos cuando los estudios muestran que tan solo en el 2012,México destinó 2,600 dólares por estudiante de primaria, cifra muy inferior a los 8,200 dólares en promedio destinados por los países de la OCDE.

En el nivel secundaria, la comparación es francamente terrible, ya que el promedio que invierten los países de la OCDE es de 9,500 dólares, en tanto nuestro país destina solo 3,000 dólares.

Para el nivel licenciatura, la situación es desventajosa, ya que en nuestra nación se destinan 8,100 dólares al año por estudiante, en tanto el promedio en la OCDE es de 15,000.

Ante este panorama, no es de extrañar que de cada 100 alumnos que ingresan a primaria, solo 64 la concluyen, de ellos únicamente 46 finalizan la secundaria, en tanto solo 24 concluyen la preparatoria y solamente 10 culminan la universidad.

Es de sobra sabido que la educación es la vía para alcanzar el desarrollo, entonces ¿qué sucede con nuestro gobierno, que continúa empecinado en destinar mayores recursos a gastos de representación, que incluyen, champaña, al pago de asesores para legisladores, el pago de viáticos para diputados y senadores,  en lugar de invertir en educación? Esa es una pregunta que esperamos respondan con acciones concretas, que eleven los recursos a la educación, sí pero no al pago de una onerosa burocracia.