“El problema de la mujer siempre ha sido un problema de hombres” Simone de Beauvoir.
Puede sonar trillado hablar del importante papel y rol que desempeñan las mujeres en la sociedad, no solo por el hecho de que durante milenios fueron las encargadas del hogar, entendiéndose esto como las encargadas de educar, transmitir y fomentar una cultura, ideas conceptos y actitudes, sino porque en la última mitad del siglo XX y en los tres lustros del XXI se han convertido en una poderosa fuerza económica y política.
No es de extrañar que instituciones de nivel internacional como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional hayan manifestado en sus estudios que si se aumenta la participación laboral de las mujeres, la economía de una nación, especialmente de las emergentes, podría aumentar el Producto Interno Bruto (PBI) entre un 5 y un 34 por ciento.
La estimación no es una mera especulación, según los datos con los que integraron un informe del Banco Mundial en el año 2010, en la primera década del milenio, es decir del año 2000 al 2010, las mujeres desempeñaron un papel fundamental en la disminución de la pobreza, registrándose un aumento en las tasa de participación de mujeres en el mercado laboral en un 15 por ciento y una reducción del 30 por ciento en los índices de extrema pobreza.
En el caso específico de nuestro país, los datos obtenidos en el último censo de población, efectuado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), revelan que en el año 2010, en 31.4 por ciento de los hogares mexicanos las mujeres estaban al frente del mismo.
Asimismo el INEGI detalla que mientras un 88.4 por ciento de los hombres que encabezan una familia están en el mercado laboral la cifra de mujeres en la misma situación va a la alza y se sitúa en 49.7 por ciento.
Cifra relevante si consideramos que en 1984 la mujer representaba únicamente el 20 por ciento de la población económicamente activa, y para el año 2000 el 37 por ciento. Podemos decir que hoy en día, sin importar su situación civil, las mujeres son en su mayoría económicamente independientes.
El empoderamiento de la mujer ha causado un gran impacto al interior de las empresas, el Banco Mundial ha revelado que el 65 por ciento de las decisiones de compra en bienes y servicios a nivel global, es controlado por mujeres y no solo en las categorías consideradas tradicionalmente femeninas.
A lo anterior se suma también, que en los hogares, también son ellas las que tienen una mayor decisión en las compras que se realizan, por lo que hay muchas de ellas en funciones de diseño, fabricación y comercialización, porque son quienes conocen lo que el consumidor mayoritario debe desea adquirir.
Pese a toda está fuerza y poder económico, desafortunadamente las leyes laborales de nuestra nación no han sido adecuadas para dar respuesta a las necesidades específicas que su condición requiere. Es decir, se le abren espacios, se les dan oportunidades, empleos, cargos pero sin considerar la condición de madres que muchas de ellas, siendo económicamente activas, poseen.
Nuestras leyes, a diferencia de las de los países desarrollados, no consideran la realidad de las madres solteras, que encabezan un hogar, dificultando su inmersión al mercado laboral o bien propiciando una ausencia en sus hogares o serias dificultades para dar atención y estar presentes en ellos.
En el ámbito de la remuneración, sigue siendo una constante, en todo el mundo, el hecho de que las mujeres ganan menos que los hombres. En la mayoría de los países, según datos revelados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) las mujeres ganan en promedio únicamente entre el 60 y el 75 por ciento del salario que reciben los hombres.
La llegada de un mayor número de mujeres al Poder Legislativo, así como a secretarías de estado, abre la posibilidad para que puedan impulsarse adecuaciones a las leyes que favorezcan laboralmente la inclusión de la mujer, por lo que es de esperarse que en los próximos años se registren dichas modificaciones.
Aunque han tenido avances, las mujeres enfrentan hoy día muchos obstáculos como falta de apoyo para su desarrollo, falta de oportunidades para educación y capacitación, así como limitaciones para obtener créditos o tener acceso a tecnología.
La relación educación y salud, es un dato que se debe tener en cuenta debido a lo que la ONU reveló tras un estudio que empleó datos de 219 países, los cuales fueron obtenidos entre el año 1970 y el 2009, encontrando que la mortalidad infantil disminuyó en un 9.5 por ciento, por cada año adicional de formación para las mujeres en edad reproductiva.
Estos son solo algunos de las cifras, de los números que nos hablan del poder económico y la fuerza transformadora que es la mujer en la sociedad, por lo que continúa siendo un reto para nuestro país y para el mundo entero desarrollarlo, potencializarlo y beneficiar a la economía y a la sociedad.
El tema del desarrollo de la mujer, del empoderamiento, de la equidad de género, no debe solo traerse a primer plano por la próxima celebración del Día de la Mujer, sino como un asunto prioritario en políticas públicas de todos niveles, así como en los espacios privados y gubernamentales. En el reconocimiento y el apoyo del papel, valor y actuación de la mujer debe irse más allá del discurso y traducirse en acciones, programas y políticas de gobierno.