Don Enrique plancha en la calle desde hace un año

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Una carpa al aire libre, una plancha y un burro de planchar es lo que ha mantenido durante el último año a Enrique García, un hombre de 60 años que el pasado 19 de septiembre perdió su único medio de subsistencia, cuando su planchaduría se vino abajo junto con el edificio que la albergaba.

“Hasta ahorita seguimos trabajando aquí, en la calle, frente a donde estaba en el edifico. Allí estaba la planchaduría, yo rentaba el local y allí trabajaba, junto con otra empleada”.

Resguardado bajo su carpa, colocada sobre la banqueta, y la sombra de un enorme árbol, Don Enrique ha seguido planchando aún cuando la demanda por sus servicios no es la misma, pues los clientes buscan lugares establecidos o porque se olvidaron del que existía allí.

“Después del sismo nos pusieron estas carpas y después de dos semanas o tres empezamos a trabajar gracias a un vecino que me trajo un burro y una plancha. Puse una cartulina, porque yo no sabía ni qué hacer, no daba crédito a lo que había pasado”, relató.

Además de la planchaduría, el edificio marcado con el 1503 de Concepción Beistegui, en la colonia Narvarte Poniente, también albergaba cuatro locales comerciales más y ocho departamentos.

Todo se vino abajo. Tras el siniestro, el gobierno ofreció a los afectados créditos para levantar sus negocios o viviendas, sin embargo en casos como estos, donde los dueños ya son pensionados y aseguran no tener vida suficiente para pagar dichos créditos, los damnificados han buscado la forma de subsistir.

“El de la peluquería trabaja por su cuenta; el señor de la tienda todavía anda por aquí, él desafortunadamente perdió su estabilidad económica; la señora del salón de belleza sigue haciendo sus cosas en casa o a domicilio; un servidor pues estamos trabajando en la calle y el de la cocina, ese desgraciadamente ya no se pudo poner”, lamentó Don Enrique.

Esta planchaduría es sólo una de las 13 mil 329 historias de pequeños y medianos comercios que fueron siniestrados a causa de los sismos, de acuerdo con datos del Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem). Con voz entrecortada, Don Enrique sigue planchando mientras agradece que la gente le siga teniendo confianza para llevarle su ropa y estar trabajando.

“Les agradezco a ellos y a todos los vecinos y amigos que se han acercado a mí, a traerme su ropa, para que de alguna manera tenga algún ingreso para poder seguir adelante”.