Mi hermano Gonzalo
Por Clara García Sáenz
Mi mamá recuerda que cuando nació nevó en Ciudad del Maíz, “yo vi caer la nieve por la ventana del hospital”, de niño mis hermanas mayores tenían miedo llevarlo a la calle porque cuando se enojaba, su berrinche era tirarse al suelo.
Todos en casa sabían que tenía muy mal genio y mi mamá se la pasaba lamentándose por su carácter. Siempre fue como el lado opuesto de mi hermano Oscar, menor que él, (se llevaban casi un año y medio de diferencia) su carácter siempre contrastó, mientras que Oscar tenía las virtudes de la obediencia, simpatía y mansedumbre, Gonzalo era todo lo contrario y para su mala suerte todo mundo se la pasaba comparándolos y no siempre salía bien librado. A pesar de eso, tenía virtudes que hasta hoy conserva. Siempre ha sido un hombre solidario.
Desde niño fue una mente brillante en mi familia, tal vez por eso mi mamá al ver que yo no podía aprender a leer en la escuela le encomendó la tarea de enseñarme, con tres años más que yo y siendo niño logró la hazaña; y como todos en mi salón leían muy mal no se notó demasiado mi avance.
Se convirtió en un lector voraz, de él conocí muchos escritores, entre ellos los rusos, un poco pro soviético leía la revista rusa Sputnik, entre otras curiosidades; eso le divertía y siendo adolescente era como llevar la contraria. Siguiendo el oficio de mi padre, se interesó por la fotografía y estudió comunicación, se volvió un buen fotógrafo; en ocasiones, su trabajo fue expuesto y consiguió un trabajo como fotógrafo clínico.
En una familia numerosa como la nuestra, la convivencia se vuelve compleja y los pleitos son comunes sobre todo cuando se es niño. Mis padres habían tenido dos generaciones de hijos, los seis primeros (cuatro mujeres y dos nombres) nacieron en Torreón, Coahuila; los últimos cuatro (dos mujeres y dos hombres) nacimos en un pueblo potosino. Gonzalo y yo pertenecemos a esa segunda generación, así que como todos los niños del mundo peleábamos constantemente quejándose de mi “chipilés” por ser la menor de todos y un día logró escribio mi leyenda negra, me acusó de haberme comido 18 barritas Marinela, (hoy la sospecha se sigue cerniendo sobre mí porque nadie lo comprobó ni nadie me reprendió) a esto y otras cosas mi mamá siempre decía “ quiéranse, es poco el tiempo que van a estar juntos” refiriéndose que cuando creciéramos cada uno tomaría su camino.
Pero nunca fue así, creo que nuestros destinos están de alguna forma unidos por muchas coincidencias. Él, no solo me enseñó a leer sino también me contagió el hábito de la lectura, el gusto por algunos grupos emblemáticos como Queen o Credence, me despertó la curiosidad para ver con otros ojos a los rusos y al sistema socialista, estudié comunicación y terminé también amando la fotografía.
Hace algunos días cumplió años rodeado de sus hijos (Xóchitl y Ulises) que son mis ahijados y su esposa (Nora Leticia) que es mi comadre, la televisión recordó que había nevado en México hace 50 años; el vaticinio del poco tiempo juntos no sé ha cumplido aún, vivimos en la misma ciudad y mucho de su tiempo libre lo dedica a estar pendiente de mi mamá que ha cruzado el umbral de los 90, como lo hizo con mi padre cuando hemipléjico lo cargaba, bañaba y paseaba, hasta que murió. Gonzalo es un hombre serio, con poco sentido del humor y poco tolerante al chisme y a otras muchas cosas, no es un hombre afectivo, cariñoso, ni detallista; pero sí un hombre solidario, profundamente sensible y servicial. Sin duda, mi gran hermano.
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