Clara García Sáenz
Un hombre bueno
Hace más de un año que lo conocí; lo escuché hablar por primera vez en una junta parroquial que duró tres horas y media. Ese día salí tan agotada de la reunión que no me dio tiempo de pensar en su forma de ser. Había hablado tanto y de tantos temas, que la única imagen que recordaba días después fue la de una persona que tenía mucho entusiasmo para emprender proyectos y cumplir con nuevas encomiendas.
Por desgracia, muchos, tienen la costumbre de contarnos como son las personas cuando no las conocemos, así que siempre terminamos haciéndonos una imagen inexacta y errónea; pero frecuentemente gratas sorpresas me llevo cuando de alguien no me han hablado del todo bien y tengo la oportunidad de conocerlo en persona.
Y así fue con el Padre Nacho cuando llegó a la Parroquia de San Isidro Labrador, el trato de los siguientes meses permitió conocerlo poco o poco, pronto vi cómo se enamoró de Tamatán y de su gente, empezó a realizar obras materiales en la iglesia, yendo de un lado a otro tratando de atenderlos a todos, de escucharlos y servirlos siempre con una sonrisa.
Para animar a los fieles, trajo de Linares unos bueyes que, en las fiestas del santo patrono San Isidro Labrador, saca a pasear por todas las calles de la parroquia, hace bailes gruperos gratis u organiza loterías bíblicas.
El Padre Nacho es hermano de otros dos sacerdotes Armando y Artemio que sirven en las diócesis de Tuxpan y Tampico respectivamente; hace algunos días estuvieron en la parroquia de San Isidro Labrador para acompañarle en el festejo de sus 25 años de ordenación sacerdotal junto con el Obispo de Texcoco Monseñor Mansilla quien recordó la generosidad infinita de Dios que no se cansa de darnos regalos en la vida.
A la misa solemne le siguió una convivencia donde toda la comunidad se volcó a mostrar su cariño al Padre Nacho, también vinieron feligreses de Soto la Marina y Barretal para expresarle su alegría.
La convivencia cercana que durante este tiempo he tenido con el Padre Nacho me ha permitido comprender muy de cerca lo difícil y desgastante que es el trabajo que un sacerdote comprometido con su comunidad, realiza en el anonimato de la rutina.
Siempre dispuesto a visitar a los moribundos, a escuchar a todos los enfermos del alma que van a buscarlo a cualquier hora del día, organizar y atender el servicio religioso que en fin de semana puede representar hasta ocho misas en diversas capillas, visitar la cárcel y administrar la oficina parroquial.
Y enfrentar además viejos problemas, como las deficientes conexiones de luz que mantuvo a la iglesia de San Isidro más de 100 días a oscuras incluyendo la casa parroquial. El Padre Nacho soportó ahí, noches sin ventilador y días sin refrigerador hasta lograr que legalmente la Comisión Federal de Electricidad llegara a un acuerdo.
Esa tal vez ha sido la más grande lección que dio a la feligresía, al soportar tantos días sin luz junto con las propuestas de acuerdos en lo oscurito que mucha gente (funcionarios, políticos, gente influyente) le aconsejaba pactar, pero sin soluciones definitivas. A todas dijo que no, hasta alcanzar un acuerdo trasparente con la CFE.
Este tiempo que lleva viviendo en San Isidro Labrador le he escuchado muchas homilías, lo he visto trabajar incansablemente, sorteando dificultades, está por cumplir 51 años, tiene 25 de sacerdote, los mismos que tengo yo laborando en la universidad, ambos pertenecemos a la misma generación y eso me hace que admire más su trabajo.
Porque no es un hombre como muchos que han buscado la comodidad, el éxito, el reconocimiento, la riqueza, sino el servicio. En un mundo volcado a las cosas materiales, superfluas, donde el sacerdocio está estigmatizado, es motivo de desprecio, de burla, de escarnio, se le considera un oficio arcaico y no está de moda.
Servir, amar, trabajar por los demás no es algo que atraiga, pero al mismo tiempo resulta subversivo porque se va contra la corriente.
Es fácil halagar a quien es exitoso, acumula riqueza y tiene renombre social, pero que difícil es entender la felicidad de quienes, como el Padre Nacho, dan todo de sí diariamente sirviendo a los demás y reconocer su bondad, su trabajo y su trayectoria, en un mundo donde amar a los demás es subversivo.
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