Columna Rutinas y Quimeras

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La imagen del éxito

Clara García Sáenz

Durante muchos años para mí, la imagen de éxito profesional fue mi hermana Laura, había salido de casa en 1975 para cursar una carrera, era la primera de una extensa familia que asistió a la universidad, muy pronto consiguió un buen trabajo, en 1980 la Secretaria de Salud la contrató, lo que le permitió tener una buena vida. Recuerdo que cada vez que iba al pueblo a visitarnos, llevaba regalos y novedades, era una especie de fiesta cuando en navidad llegaba en un Malibú automático con la cajuela llena de regalos, todos envueltos con diversos papeles de colores y grandes moños, que desde nuestra niñez pueblerina nos parecían espectaculares.

En sus primeros años de trabajo compró la primera sala que tuvimos en casa, de color rojo estilo colonial; pero más allá de sus esfuerzos económicos para mejorar nuestras condiciones, realizó tal vez la más grande proeza que en cualquier familia mexicana de clase trabajadora se pueda realizar; con su esfuerzo y decisión empujó a todos los demás para que también fuéramos profesionistas. Siendo la cuarta de 10 hermanos, aceptó el reto de venirse a Ciudad Victoria con una familia que le había ofrecido hospedaje y alimentación para que estudiara. Decidió cursar Trabajo Social por ser una carrera más corta que las demás porque ante la imposibilidad de que mis padres le mandaran dinero, tenía que conseguir rápidamente trabajo. Mi hermana Dora, que entonces ya trabajaba le mandaba para algunos gastos y siempre la animaba a que no abandonara la escuela. En 1978 finalmente se graduó. Desde entonces se estableció una regla en mi casa, quien fuera terminando la preparatoria tendría que estudiar una carrera, así, al poco tiempo mi hermana Inés vino a Victoria y Laura le pagó la carrera de enfermera; después ya como enfermera, Inés le pagó a mi hermana Alicia la de educadora. Para entonces ya independizadas de Laura, rentaban una casa que ellas amueblaron, lo que facilitó aún más la llegada de los más chicos a la ciudad; a quienes nos ayudó, de una forma u otra consiguiéndonos trabajos. Así, nosotros mismos nos pagábamos la universidad, pero ella ejercía una especia de liderazgo, porque siempre que se nos atoraba la carreta ella intervenía, sobre todo en cuestiones económicas, su casa siempre fue de puertas abiertas para quien llegara, había comida en la mesa para quien lo necesitara. Así que nuestro transitar como estudiantes universitarios siempre fue llevadero gracias a su generosidad.

Su ejemplo como profesionista y trabajadora disciplinada ha sido su mejor carta. En ella se cumplen todos los pronósticos de quien es capaz de transformarse cuando se va a la universidad, el ser capaz de conseguir un buen empleo, conservarlo, lograr independencia económica y lo más importante, proyectar éxito. Con una disciplina férrea, trabajó sin descanso en todas las tareas que le fueron encomendadas en la Secretaría de Salud, checando diariamente, sin buscar privilegios más allá de los que se puedan ganar por méritos propios, laboró hasta el pasado 15 de mayo. Fueron 39 años de servicio al Estado, que, aunque para mí, por momentos me han perecido una locura tantos, deja con ellos una profunda huella, que ninguno de sus hermanos podremos emular. Con la vara tan alta, se va a descansar, después de un largo tiempo de trabajo del cual toda mi familia se benefició; cada uno de sus hermanos menores le debemos algo de lo que somos y hemos logrado. Porque siempre, Laura ha estado presente.

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