En la boca del infierno
Por Clara García Sáenz
La distancia entre Madrid y Lisboa es de pocas horas, pero hay una sensación enigmática al cruzar por Extremadura, tierra de conquistadores, sentía mucha curiosidad por conocer el paisaje rumbo a la mar oceánica; paramos en Trujillo, un pueblo, para mí, perdido en esa geografía. En la plaza principal, un monumento a Francisco Pizarro oriundo del lugar, espléndido y majestuoso se ve el conquistador sobre su caballo, aquí la historia se cuenta de otra forma, él es el hombre valiente, admirable, aventurero, que dio riqueza a España, contribuyó a su grandeza y que junto a su descendencia se volvió respetable en tierras extremeñas.
El paisaje en carretera está lleno de alcornoques, un árbol de donde sacan el corcho, muy utilizado en Portugal para la elaboración de los más diversos objetos. Lisboa nos recibe por la tarde, para entrar a ella cruzamos el Tajo, ese rio que viene desde España y que en Toledo solo es un riachuelo sin importancia; aquí tiene un ancho caudal, cruzamos por el puente “25 de abril” que mide casi dos kilómetros, casi lo mismo de ancho que el rio. La belleza de Lisboa es tan diferente a cualquier capital europea, marina, republicana, doméstica y mestiza. Aquí habita la historia lusitana, de reyes liberales, revoluciones pacíficas, defensa soberana, es una ciudad pequeña, doméstica y cálida.
Evocando a “Sostiene Pereira”, aquella novela llevada al cine con la figura emblemática de Marcelo Mastroiani, recorrimos sus calles, de la plaza mayor hasta la puerta de Augusto, comimos panecillos de Belén en un café fundado en el siglo XIX, y por curiosidad entramos a la iglesia más fea del mundo, la de Santo Domingo, quemada y destruida por terremotos en diversas ocasiones, los lisboetas decidieron después de estos eventos dejarla en sus ruinas, produciendo una sensación de desamparo en su nave central, me sentí como si acabara de pasar la guerra por ahí.
Después supe que es uno de los templos más solicitados para la realización de ceremonias religiosas (bautizos y casamientos) se cree que su alta demanda se debe a que los feligreses experimentan estar muy cerca de la desolación del mundo y de los castigos divinos, que los hace sentirse más necesitados de Dios.
Lisboa cuenta con soberbios palacios, pero su ubicación geográfica frente al Tajo permitió el desarrollo de ciudades cercanas; Estoril, donde se encuentra el casino más famoso de Portugal; Sintra, donde los palacios de los reyes fueron construidos como fortalecerás inexpugnables y Cascáis, un pequeño pueblo ubicado en el lugar más cercano al Océano Atlántico, que por muchos siglos se creyó que era el fin del mundo, considerando que la tierra era plana y América no existía en la geografía.
Hay un gran risco donde las aguas del océano golpean violentamente, por el ruido estruendoso que hacia se creía que ahí empezaba el infierno, ahora hay una calle llamada “La boca del infierno” y sobre los riscos se ha construido uno de los lugares más exclusivos de Cascáis.
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