Clara García Sáenz
Son más los buenos
El mundo clama justicia, los medios de comunicación repiten de diversas formas y maneras posibles la noticia, para condenar la pederastia en la Iglesia católica; este mundo podrido e hipócrita, materialista, individualista, vacío de valores, lanza la primera piedra a la institución más antigua y más grande en seguidores de todos los tiempos.
Le exige santidad y la condena por completo cuando algunos de sus miembros, defectuosos como la mayoría de los humanos, peca cometiendo actos atroces con inocentes; pero le exige ser liberal cuando de aborto y diversidad sexual se trata. Hay incluso, algunos que aseguran en los medios de comunicación que la Iglesia católica enfrenta su más grande crisis de la historia y que por miles, los fieles la están abandonando, y sus templos están ya casi vacíos.
Me asombro por afirmaciones tan temerarias, porque desconocen el cisma vivido en el siglo XVI con Martín Lutero y la Reforma donde muchos se convirtieron al protestantismo desde entonces y hasta la fecha. En cuanto a que la gente abandona la Iglesia por miles me parece en extremo exagerado porque baste ir un día cualquiera a escuchar misa ordinaria y aún en Europa se puede ver un número bastante respetable de feligreses y el domingo los templos católicos se llenan en pueblos y ciudades en todos los horarios en el mundo entero.
Y aunque la pederastia se debe condenar en todas las circunstancias; se debe decir fuerte y quedito que ni todos los curas son pedófilos, ni todos los ateos son malos, ni todos los homosexuales pervertidos.
Recuerdo al cura de mi pueblo que se desvivía recorriendo los comercios para juntar dulces suficientes para que ningún niño se quedará sin comerlos en época de posadas navideñas; al sacerdote de mi adolescencia que traía una sotana desteñida porque el dinero de las ofrendas lo dejaba en el templo para que el necesitado tomará de ahí para comer; a los que trabajan por los pobres, por los ancianos, a los que luchan contra las injusticias sociales.
Recuerdo al padre David Martínez Reyna quien trabajó incansablemente por su comunidad en Jaumave, llevándoles sistemas de agua y enseñando a los niños a jugar basquetbol y organizando a los campesinos del Chorrito para que les hicieran caminos.
Y a muchos otros que mueren en la soledad del servicio desinteresado, que el mundo, ese mundo envidioso, ciego, enfermo de vanidad, no los ve porque aquí no hay lugar para las virtudes, para el bien, para el amor. Sino para el escándalo, la condena, la venganza.
Hace unos días el vicario de la parroquia donde vivo se despidió porque lo mandan a otro lugar, apenas a 11 meses de haber llegado. La gente que abarrotaba el templo cuando anunció su partida se volcó en llanto porque en poco tiempo pudo conquistar los corazones de la feligresía con su ejemplo de sencillez, servicio y caridad.
Un hombre bueno, sencillo, cuyas virtudes no pueden explicarse como el del resto de los sacerdotes desde la mirada terrenal, incrédula ante el bien e implacable contra el pecado ajeno, que demanda insaciablemente escándalos y devora todo con su podredumbre.
E-Mail: claragsaenz@gmail.com