Columna Rutinas y quimeras

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Para enamorarse de Madrid

Por Clara García Sáenz

El taxi recorre las avenidas con gran velocidad, es de día y la intensa luz del sol cierra mis ojos, después de un vuelo de 10 horas desde la Ciudad de México; tengo la impresión que deben ser como las 9 de la mañana, pero un reloj en la calle, de esos gigantes que indican también la temperatura señala las 5:00 de la tarde.

La avenidas se suceden unas tras otras, después largos subterráneos, para salir de pronto a una zona arbolada, “Parque de los Remedios” señalan los anuncios, Ambrocio toma mi mano y me dice con emoción “estamos en Madrid, recuerdas la primera vez que venimos” entre dormida y despierta, con el reloj biológico descompuesto, y lo aturdida del vuelo, pocos ánimos tenía para algún esfuerzo, pero como siempre logró contagiarme su emoción; “si, cuando salí la primera vez del aeropuerto de Barajas me pasó lo que a Sabina en la plaza de mayo, me dio por llorar” le contesté muy despierta.

En ese momento pasamos frente a la Puerta de Alcalá y el comentario obligado del conductor: “Ahí está”. Víctor Manuel y Ana Belén la hicieron más famosa de lo que ya era, una canción al patrimonio histórico, pensé; siguió la Cibeles, sus flores, su agua y en seguida la Gran Vía, llena de gente con sus grandes tiendas de marcas internacionales, cosmopolita y elegante.

Después de hospedarnos caminamos hasta el kilómetro 0 ahí donde se marca el trazo para todos los caminos de España, anduvimos hasta la Plaza Mayor, el monumento a Felipe II, la Puerta del Sol, la calle Preciados; buscamos algo que comer al aire libre para disfrutar el paisaje.

La Vasconia nos da la bienvenida, hay cerveza de la casa dice el anuncio; paella de mariscos recomienda el mesero “pero tómenlo con calma, tarda 45 minutos”, llegan las tapas mientras esperamos y un joven organista toca Chopin, los Beatles y a Cleyderman, mi pequeño día empieza a terminarse; por la noche, el trajín de la Gran Vía no cesa, gente paseando, alegre, muy alegre y la policía trabajando; hasta las cinco de la mañana empieza el silencio que se interrumpe con el de las seis cuando los autos y el bullicio mañanero comienzan.

Caminar por Madrid es andar por calles de reyes, Isabel la Católica unificadora de las Españas y quien expulsó en forma definitiva a moros y judíos; Carlos I de España y V de Alemania, nieto de Isabel y quien va a reinar el imperio más grande del mundo; Felipe II, hijo del anterior y a quien se le debe la fundación de esta ciudad, la que quiso construir con la única vocación de ser la capital del reino; Carlos III, el gran impulsor de las reformas borbónicas que cambió en forma definitiva la política modernizando instituciones.

Madrid a diferencia de otras grandes capitales europeas tiene muchos rasgos íntimos en los que nos reconocemos más allá del idioma, es parte de la memoria de Latinoamérica mestiza, sus palacios y riquezas son también algo nuestras, no solo por el oro que aportamos para construirla sino también por la sangre que llevamos en las venas de quienes subieron a los barcos para buscar de este lado del mundo una mejor vida.

E-mail: claragsaenz@gmail.com