Cómo ser feliz después de jubilarse
Por Clara García Sáenz
Ir al mercado Argüelles en Ciudad Victoria, es siempre para mí una experiencia antropológica, el hallazgo comienza cuando de pronto hay un cajón de estacionamiento donde aparcar, de ahí continúa el lidiar con gente que va hacia todos lados, puestos de verduras, carnes, hierbas, olores poco agradables.
La semana pasada hice una inmersión después de pensarlo mucho, fui a buscar un nido para mis periquitos y recordé que había una tienda donde los daban a muy buen precio.
Al llegar al puesto, después de hacer toda la travesía antes descrita, pregunté en voz alta quién atendía, porque en el local no había nadie y afuera unas mujeres platicaban muy entretenidas, al escuchar mi voz una de ellas volteó y me contestó alegremente, “pues yo, ¿qué anda haciendo usted por aquí?”, al verla me sorprendí, era una catedrática con doctorado recién jubilada de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
Sin salir de la admiración le pregunté qué hacía ahí, “aquí trabajo, yo soy gente del mercado, este negocio era de mi papá, luego mi hermana lo atendió y ahora que murió yo me estoy haciendo cargo”.
Platicamos mucho y compramos canastas, nidos y láminas para pájaros, me contó un poco la historia de su padre y de su hermano, quien fue médico, era pintor y dibujante, me mostró varias obras de él junto con el reconocimiento que desde hace mucho tiempo tiene ahí colgado por haber sido el creador del escudo de la UAT.
Nos despedimos no sin antes prometerle que regresaría a seguir platicando, cuando volví a casa me puse a pensar acerca del sentido de la jubilación y la felicidad de las personas.
En los últimos años he visto como muchos de mis maestros y compañeros universitarios se han jubilado, me los he encontrado en restaurantes, eventos culturales, centros comerciales, pero no sé si son felices; eso fue lo que me impresionó de la doctora, la felicidad que irradiaba, la sencillez del trabajo que ahora realiza y lo que eso representa, despachar en un mercado popular con humildad.
Su alegría era la de aquellas personas que hacen lo que les gusta por placer, por oficio, por tradición, más allá de la vida hecha, los logros alcanzados, las medallas ganadas, la trayectoria profesional brillante.
He escuchado muchas historias de personas que se deprimen y mueren al poco tiempo de jubilarse, otros que se enferman, otros más que después de una destacada trayectoria deciden dedicarse a una actividad totalmente diferente por puro gusto.
En el caso de la doctora, una compañera suya (que aún se resiste a irse de las aulas) me platicó poco tiempo después de haberse jubilado, que le llamó para pedirle que fuera por toda su biblioteca, porque ella ya no la iba a necesitar; la maestra estaba escandalizada porque la doctora estaba regalando su biblioteca; entonces a mí, la historia me pareció extraña.
Sin embargo, el día que la vi en el mercado tan feliz, tan plena, tan realizada, comprendí porqué había regalado su biblioteca, poniéndola al servicio de otros, la razón era la felicidad, no como búsqueda sino como encuentro.