Columna Rutinas y quimeras

230

Nos falta hartazgo

Por Clara García Sáenz

Muchas protestas hemos visto pasar en lo que va de este siglo en nuestro país, por fraudes electorales, por matanzas, por falta de justicia, por abusos, por violencia, por la reforma educativa y últimamente por el aumento de la gasolina.

En este fin de año parecía que por momentos el país se desbordaba, primero vino el desabasto de gasolina, después las protestas callejeras y finalmente los saqueos a tiendas. Pero de pronto y después de que el Presidente de la República diera una serie de mensajes, de los cuales muchos se burlaron, las aguas se apaciguaron y las protestas fueron bajando su intensidad.

Ahora la clase política vuelve a sus rutinas y el pueblo a seguir acariciando sus quimeras. Al parecer, no volvió a pasar nada, como tampoco pasó con las protestas por la reforma educativa, ni por los 43 o con cualquier otro movimiento que se nos venga a la mente en los últimos años.

Algunos estudiosos de la Historia, explican que la humanidad siempre cree que el presente es un tiempo de decadencia porque los tiempos heroicos pertenecen al pasado y tal vez sea esa sensación del presente la que hace coincidir a muchos analistas de la prensa nacional, al insistir en que México vive uno de sus peores momentos, se lamentan por los niveles culturales que tenemos al escandalizarse de que medio país se animó con los 15 de Rubí, finalizando sus análisis resaltando la mala suerte que tenemos, porque Trump es ya presidente de los vecinos del norte.

Tal parece que todas las protestas del tema que sea no han sido suficientes para movilizar a un país heterogéneo con profundos matices y marcadas clases sociales. Hasta lo que va del siglo, ninguna ha enarbolado verdaderamente el sentir de la mayoría, y aunque muchos podrías simpatizar con esta o aquella protesta, sus motivos no nos terminan de hacernos sentir lo suficientemente amenazados en nuestros pocos privilegios y comodidades para tomar alguna bandera de manera solidaria.

Me pregunto, que pasaría si los miembros de la CNTE, los de los 43, los de ABC y todos los que hacen plantones y marchas por demandas locales se sumaran en una sola demanda social que modifique el estado político de las cosas y no sólo se centraran en su interés particular. El gasolinazo parecía que sí movilizaría al país, pero nuevamente nos encontramos con que no fue suficiente para que la mayoría saliéramos de la comodidad en la que vivimos.

Es posible que sea porque aún no estamos lo verdaderamente hartos para sacar del poder a una élite colonial que se transformó en liberal y después en revolucionaria, con una magistral metamorfosis histórica para hacer creer a la mayoría mestiza que ellos son nosotros y quienes explotaban, robaban y vejaban a la nación eran otros en el pasado y fueron derrotados; que triunfaron los movimientos armados de los siglos pasados y que vivimos en una verdadera democracia igualitaria y justa.

Esta aristocracia, blanca y rica, está convencida de que los mexicanos somos tan conformistas que mientras tengamos un poco de pan y un poco de circo será suficiente para que nada cambie. Hoy amanecimos más asustados por Trump que con el precio de la gasolina, y la vida sigue.

Mientras podamos creer qué hay gente que está peor que uno, nos divertiremos con las ocurrencias de los políticos, opinaremos sobre fútbol, comeremos taquitos, “aunque sea de frijoles” como se suele decir, pero estaremos contentos. Tal vez sea la naturaleza de los mestizos, esa raza mexicana que Vasconcelos creyó cósmica, pero que los aristócratas coloniales la consideraron maleable, noble y por lo tanto manipulable. Pero qué podemos hacer ante esto, creo que nada aun, mientras no estemos conscientes de lo que históricamente nos ha pasado y no estemos verdaderamente hartos.

E-mail: claragsaenz@gmail.com