“La democracia no es más que el gobierno de las masas, donde un 51% de la gente puede lanzar por la borda los derechos del otro 49%” Thomas Jefferson.
Estamos tan solo seis días de que los tamaulipecos acudan a las urnas y elijan a quienes guiarán los destinos del estado y de los municipios, pero ¿realmente serán todos los ciudadanos en posibilidad de hacerlo quienes decidan?.
Por todos es bien sabido que el día de las elecciones, es el momento en que los partidos políticos miden fuerzas con sus estructuras, con la gente con la que trabajan, con sus allegados, con quienes tienen intereses operan para “promover” el voto.
Lo que sucede ese día es que la maquinaría electoral se pone en funcionamiento y son ellos quienes operan, quienes vigilan casillas, quienes llevan a sus familiares, amigos, conocidos, compadres y hasta a quienes prometieron algo a votar. ¿Ilegal? No, de hecho el sistema político les permite eso y más, y aunque les ha ido acotando campo de acción, la maquinaría de los partidos se ha ido perfeccionando y en más ocasiones de las que nos gustaría reconocer, son ellas las que deciden la elección.
Se estima que en Tamaulipas, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) cuenta con alrededor de 500 mil personas directamente en su estructura electoral, y que según las estimaciones electorales son suficientes para obtener el triunfo el próximo domingo 5 de junio, debido al alto nivel de abstencionismo que ha permeado entre los 2.51 millones de electores que tiene el estado.
Esto implica que si el Partido Acción Nacional aspira a ganar debe movilizar a más de 500 mil electores, hecho nada sencillo, sobre todo por que su estructura electoral en el estado es mucho menor a la del PRI, pero no imposible.
Los analistas coinciden en señalar que de registrarse una votación ciudadana masiva en las urnas, el PAN saldría victorioso y Tamaulipas tendría por primera vez en 86 años un gobierno distinto al PRI, sin embargo la tendencia en las votaciones marca que el principal ganador en todos los comicios ha sido el abstencionismo.
No resulta entonces extraño que ambos partidos, quienes son los que realmente tiene posibilidades de ganar, busquen “motivar” al electorado vía propuestas, promesas, despensas e incluso amenazas.
De permear la apatía y la indiferencia ciudadana por acudir a las urnas, puede que un partido se vea beneficiado con ello, pues su maquinaría electoral está de sobra comprobada y lo que es más, ya se encuentra preparada para operar.





