Marco Antonio Meza-Flores
Teólogo y Psicólogo Clínico
Hace algún tiempo alguien sabio me preguntó; y le digo sabio porque para mí es alguien que sabe mucho y sabe aplicar lo que sabe. Él me congela casi siempre con sus preguntas en esta ocasión hizo tres que me dejaron al desnudo:
- ¿Dónde estás?
- ¿En qué momento?
- ¿Quién eres?
¡Paz, pum, toc, golpes en mi ser! Me dijo ¡contéstame Marco, anda, no tienes mucho que pensar cuando te conoces de verdad!
Pues bien, le conteste… pero antes de que sepan mis respuestas, me quiero adentrar en el mundo en el que vivimos tú y yo.
Estamos sumergidos en un mundo de apariencias, las personas en su gran mayoría siempre quieren quedar bien con los demás, buscamos la aceptación de otros y otras, cosa que no sólo es trágico, sino demente.
Uno de los miedos que más nos abruman es “no ser aceptados”, ¡por favor! ¡Despierta!, la única persona a la cual no puedes quedarle mal en la vida, es a ti mismo.
Sé que parece de lo más egoísta que han leído, pero no es así, Jesús, un ser increíble que caminó entre nosotros hace ya más de dos mil años nos los dijo: “el que quiere seguirme a mí, niéguese a sí mismo”, ¡ups, complejo!
Pero podrán decir, ¡Marco, allí dice que debes negarte! Sí, es claro, la negación a ti mismo es la aceptación de ti y el enfrentarte a tu ego. ¡Pero cuidado! Enfrentar a tu ego no quiere decir que no aceptaras tus triunfos, porque en el mundo occidental (es decir Europa y América) hacer esto es, ser presuntuoso, ser pedante, o ser prepotente, cosa que es mentira, pues cada uno de los términos anteriores son completamente diferentes, aunque parezcan sinónimos.
Al NO negarse a si mismo buscamos con ahínco la necesidad de aceptación de otros, buscamos caber en su mundo efímero y lleno de plastificación, es decir, buscamos estar en un mundo irreal e inerte, al margen de lo que los demás dicen y piensan de mí, y, además de esto, sonreímos porque creemos ser felices.
La negación a sí mismo es la aceptación de mi ser y la búsqueda de la paz interior, no exterior. En realidad los orientales nos dan la vuelta en la búsqueda de Dios y la paz interior, ellos lo alaban por ser grandioso y le ofrecen por ser Dios, en occidente es contrario, acá se le alaba porque si no te manda al infierno y regularmente se le pide antes de ofrecerle algo.
En occidente la búsqueda interna casi no se da, acá es la cosa de “ciencia y tecnología”, es el famoso “Fast food”, el “tiempo y espacio”, es la “aceptación de las demás personas”, entonces las preguntas surgen y las respuestas son abrumadoras.
¿Dónde estoy? En una ciudad, en el mundo, en un país, hasta la respuesta ¡Aquí!, es una respuesta incorrecta cuando no la entienden.
¿Dónde estoy? Después de meditar le contesté, ¡Aquí!, pero es un aquí activo, razonado, lleno de energía, completamente vivo, es una AQUÍ, firme, recio, asegurante, un aquí que me da vida y que alcanza a todos aquellos que me rodean.
Y tú ¿Dónde estás?
La siguiente semana responderé la segunda pregunta, mientras tanto Camina Conmigo.