Por Pbro. Marco Antonio Meza-Flores
Teólogo y psicólogo clínico
Una de las cosas que más nos alejan de las demás personas es la conexión. La falta de conectarnos es algo que sobra en estos tiempos; cada uno “jala agua para su propio molino”. Basta con darse una vuelta por las redes sociales, o con el entorno en que vivimos, ¡fíjense bien! Casi todo mundo está pensando en ellos, en qué vestirán, qué comerán, cómo sobrevivir pues, pocos son los que viven y al darse vida, dan vida a otros.
Pero, conectarse no es prender un aparato y pensar que porque navego por las redes de mis amigos me estoy conectando con ellos, eso es mentira, conectarse es entender la necesidad del otro y buscar la manera de él o ella crezca, es más, si no te pide ayuda “no te metas”, pues eso es conectarse, es entender la necesidad del otro (valga repetirlo).
Hoy día la gente piensa que conectarse es darle un like en las publicaciones de Facebook a mi amigo; sin embargo, no sabe qué hay detrás de esa publicación, no sabe el sentir, no sabe nada de él, sólo con un click pensamos que ya nos estamos conectando con los demás, hemos olvidado el arte antiguo de “sentarnos y escuchar”.
Conectarse es darse cuenta qué necesidades tiene el otro y no sólo darle un like, sino buscar cómo ayudarlo, o por lo menos, cómo no estorbar en su proceso. Diariamente leo escritos que muchas personas dejan en mi bandeja pidiendo respuestas de cómo no estar en el ambiente que viven, algunas de las personas piensan que soy áspero, otras que las ignoro, y los que realmente quieren ayuda, escuchan con atención aquellas cosas que les digo, son más de dos mil personas que me siguen en algunas de las redes, y de esas más dos mil escriben el diez por ciento buscando ayuda, y por lo regular intento ayudar a todas. ¡No, no! No se entienda que soy el “salvador de un mundo”, porque en realidad sólo las acompaño, me conecto con ellas, entiendo su dolor, su sentir, su malestar y trato de darles un poco de alivio.
Eso es Canah “un lugar de esperanza”. Un centro de formación integral en donde creemos que, en algún momento, en algún lugar, encontrarán su Canah, o su “lugar de esperanza”, e intentamos caminar con ellos, pues eso es lo que aprendimos a dar, esperanza en medio del caos.
Conectarse con el otro o la otra es una necesidad imperante en tiempos de violencia, una necesidad que no debemos dejar atrás simplemente porque no sabemos cómo ayudar, o qué necesitan. Existe gente que lo único que necesita es un hombro para llorar.
Hoy, a casi medio mes para terminar el año debemos pensar, ¿qué no estamos escuchando del otro? ¿Qué podemos hacer para cambiar las circunstancias? ¿Cómo debemos escuchar el lamento del otro?
Si tan solo levantamos un poco la vista y agudizamos el oído podremos encontrar riquezas que no habíamos visto en el sentir de los demás, es tiempo de escuchar, es tiempo de caminar juntos, es tiempo de creer y crear, es tiempo de conectarnos.