Columna Camina Conmigo

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Qué no caiga la fe, que no caiga la esperanza

Marco Antonio Meza-Flores

Teólogo y Psicoterapeuta

Eran las 21:30 horas en la ciudad de Reynosa. En la colonia Villa Florida Sector B, allá donde los vecinos se han juntado para hacer el trabajo que se supone el gobierno debe hacer, “construir de la plaza, un lugar de recreación agradable y familiar”.

De repente se escucha un disparo, después otro y después parecía que era una guerra afuera de sus casas; corrieron, se escondieron, los vecinos estaban asustados, algunos, debajo de las escaleras, otros en los cuartos, mandando mensajes a los demás para ver si estaban bien (una comunidad que se va convirtiendo poco a poco en familia extendida), pidiendo a Dios para que esto se acabara lo más pronto posible… o no sucediera más. Algunos niños lloraban del miedo. Todo esto en menos de diez minutos, parecía un infierno en la tierra, y parece tonto o hasta “alborotado” lo que escribo, pero esto, ¡no es normal! Por más que nos digan “debes aprender a vivir así”, ¡claro que no! Me rehúso a hacerlo, no es una forma de vida esto, no debe ser así, Reynosa es una ciudad pacífica, llena de gente que quiere construir, que quiere aprender, que quiere amar, una ciudad fronteriza que está harta de lo que sucede en las calles y que el gobierno esconde por miedo o por dejadez.

Mientras tanto la “alcaldesa” de la ciudad manda un mensaje días antes no sé si absurdo, grosero o definitivamente estúpido sobre: “hacerle la fiesta de quince años a las señoritas que no pueden pagar una”, ¡por favor! Póngase a trabajar, alumbre las calles, los parques, las avenidas, las colonias, pavimente las calles, deje de dar “pan y circo” a la ciudadanía, y haga su trabajo, digo, si puede, pero no, ahora tomaran quince días de vacaciones, qué ironía no.

La impotencia a veces nos carcome, sin embargo, seguimos en pie de lucha, gritando aquel canto latinoamericano que dice:

Que no caiga la fe, que no caiga la esperanza.

Que no caiga la fe, que no caiga la esperanza.

Que no caiga la fe mi hermana

Que no caiga la fe mi hermano

Que no caiga la fe, que no caiga la esperanza.

Aunque el tiempo se presente muy difícil,

y se aumente entre nosotros la aflicción,

que no caiga la esperanza, hermana mía,

ni se apague la luz del Reino de Dios.

Porque a pesar de eso, la ciudadanía se reúne, los vecinos creen y crean, sienten que pueden hacer mejor las cosas, aún y que el gobierno sólo se haga “el occiso”; ellos son las células de esta ciudad, carcomida por políticos gandallas, ruínes, tranzas, que sólo buscan su propio bien, olvidando que son ellos puestos por aquellos que quieren que en realidad hagan bien a la ciudad.

Los vecinos se juntan, creen, crean, y siguen caminando, porque se dan cuenta que el éxito está en el camino, no en la meta, ellos siguen creando.

Hoy después de lo sucedido sigo creyendo ese estribillo que dice:

Aunque el tiempo se presente muy difícil,

y se aumente entre nosotros la aflicción,

que no caiga la esperanza, hermana mía,

ni se apague la luz del Reino de Dios.

Sigamos creyendo que somos más aquellos que amamos ésta ciudad, y que podemos hacer un cambio… Sigamos caminando, conmigo, con ellos, con todos.