Aprender a caminar en las pérdidas
Marco Antonio Meza-Flores
Teólogo y Psicoterapeuta
En el proceso de crecer uno debe aprender a dejar ir, personas, cosas, hábitos (que por lo regular entorpecen el crecimiento, pero que casi siempre son muy ricos), entre muchas cosas más; a veces, es doloroso, o, mejor dicho, muy doloroso, pero es la única manera de crecer.
¿Por qué se vuelve muy doloroso? La respuesta es sencilla, porque a pesar de que creamos que somos muy objetivos en lo que hacemos y pensamos, existen emociones y sentimientos que se mezclan en el proceso de creer y crear.
A mí me ha pasado, en el trabajo, en mis proyectos, en mis relaciones, en la vida cotidiana, y sé que duele, pero con el tiempo uno entiende por qué hace las cosas, y léase bien, “hace”, porque no es justo dejar al “destino, Dios, la casualidad o la suerte”, aquellas cosas que nosotros decidimos y que sin lugar a dudas hacemos.
Dejar ir cuesta mucho, sobre todo cuando las pérdidas son de personas que amamos. La tanatología es una ciencia que nos ayudará a entender las pérdidas, desde aquellas que son profundas como la muerte de hijos, pareja, padres, familiares y amigos; hasta pérdidas menos profundas, pero no por eso no doloras, como trabajo, cosas materiales etcétera.
La Tanatología ayuda a entender no sólo “el bien morir”, sino el proceso de las pérdidas que a veces nos torturan y nos hacen tener nuestros propios infiernitos.
Cuando uno tiene una pérdida, en ese momento llega un duelo, que se manifiesta en cinco partes, de las cuales, las cuatro primeras siempre están jugando entre ellas, es decir, se presentan en diferentes horarios y no sólo de la primera a la cuarta, sino que a veces, es la última con la que nos levantamos y la primera con la que nos acostamos; sin embargo, siempre llegará la última de ellas y comenzaremos a sanar:
Negación: No aceptamos lo que pasa y hasta pensamos que es un mal sueño.
Regateo: Comenzamos a prometer cambios de nuestros hábitos o de la vida, a cambio que aquello que perdimos regrese o se cure (en caso de una enfermedad).
Ira: Nos enojamos con Dios, con nosotros, con la pérdida, la vida, con todos y con todo.
Tristeza agónica (algunos le dicen depresión, yo tendría mis dudas por lo que conlleva la depresión en sí); aquí nos encontramos en un momento de encrucijada, entre “la vida no vale nada y no quiero seguir viviendo”.
Aceptación: Es la última fase y la salida del duelo. No quiere decir que no dolerá más, quiere decir que lo hemos soltado (o aceptado) para que no me haga sentir miserable.
Cada duelo es diferente, cada suceso también, por eso es bueno visitar a un experto en duelos o un tanatólogo, gente que se especializa y busca la mejor herramienta para que tú sanes lo más pronto posible.
Aprender a caminar en las pérdidas es muy necesario, sobre todo en el momento que vivimos aquí y ahora, con tanto “desmán” en la ciudad, con tanto ruido. Aprender a soltar las cosas que me hacen daño (aún y aquellas que decimos amar) es importante, porque si no lo soltamos nos va matando por dentro.
Buscar ayuda es lo más sensato, y lo más maduro, yo al menos lo hago cuando es necesario.
Por lo demás, camina conmigo, te aseguro que aprenderemos a caminar, a veces lloraremos las pérdidas, pero siempre será una gran aventura.
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