Antidepresivos afectan sexualidad femenina

En el 2011, luego de su segundo embarazo, Valeria Rojas (42) tuvo un episodio depresivo importante. No fue el primero y hasta entonces había estado tomando duloxetina, un antidepresivo inhibidor de la recaptación de serotonina utilizado para las depresiones mayores, pero dado que ahora su episodio iba acompañado por un periodo de lactancia, su psiquiatra le recetó sertralina, la más compatible con la lactancia según le explicó. En ese minuto, no le hablaron de los efectos adversos, y ella tampoco preguntó. Estaba sumergida en la depresión posparto y aceptó la terapia propuesta.

A los pocos meses –amamantó durante siete– empezó a notar un cambio en su libido; tenía poco deseo sexual y sus relaciones con su pareja no eran placenteras. No le dio mayor importancia porque supuso que tenía que ver con la lactancia o con el cansancio propio de la primera etapa de crianza. Cuando dejó de dar pecho y tuvo control con su psiquiatra le preguntó si la disminución de la libido se podía deber a los fármacos. Y él le dijo que la alteración en la sexualidad es uno de los efectos secundarios de algunos medicamentos, entre ellos la sertralina. Conversaron juntos cómo seguir la terapia y le prescribió nuevamente duloxetina y su vida sexual volvió a ser como antes.

En el 2016 Valeria se cambió de psiquiatra y planificó su tercer embarazo. El cambio a sertralina era inevitable, porque al igual que su psiquiatra anterior, el psiquiatra nuevo le comentó que esa era la terapia que más se ajustaba al embarazo. Tomó una dosis pequeña durante todo el proceso pero llegado el posparto, las dificultades para alcanzar el orgasmo se hicieron cada vez más ineludibles. Valeria lo dejó pasar.

En ese periodo Valeria y su pareja intentaron de todo: incorporaron juguetes sexuales, principalmente vibradores para que hubiera una estimulación clitoriana más directa, y ella recurrió al consumo de marihuana para poder ampliar los sentidos. Pero no hubo forma. “Se desencadenaron una serie de cosas, porque por un lado se me estaba haciendo casi imposible alcanzar el orgasmo pero por otro lado yo le bajaba el perfil, un poco porque me daba vergüenza hablarlo con mi psiquiatra y un poco porque lo asociaba a otros factores. Incluso, puse en duda mi relación. Eso, sumado a la cotidianidad, nos empezó a traer muchos problemas con mi pareja. Yo me frustraba y él, aunque yo le dijera que habían químicos de por medio, a la larga también se frustró. Pero yo incluso me masturbaba, para ver si ahí alcanzaba el orgasmo, y no había forma. Mi goce sexual era cada vez menor y alcanzar el orgasmo era una posibilidad cada vez más lejana”, explica.

En ese minuto Valeria decidió cambiar por tercera vez de psiquiatra. Había aumentado mucho de peso y la nueva profesional -esta vez, contrario a los dos anteriores, era mujer- le propuso aumentar la dosis de sertralina. Por primera vez Valeria se sintió capaz de comunicarle directamente sus inquietudes. “Me sentí empoderada y ya contaba con otro tipo de acercamiento hacia mi cuerpo y le dije que la sertralina me estaba imposibilitando tener orgasmos. Aun así, le bajé el perfil y entre risas le comenté que igual daba lo mismo, porque ya estábamos mal con mi pareja. Afortunadamente ella me dijo que todo lo contrario: no daba para nada lo mismo y era eso justamente lo que debíamos combatir”.

La psiquiatra le hizo un traslape, disminuyó la dosis de sertralina e incorporó otro antidepresivo. Fueron encontrando la dosis y el equilibrio juntas. “Ahora me doy cuenta que fui normalizando algo que no lo era y eso que contaba con la información. Es complejo lo que se genera y es aun más complejo que empieza a repercutir en todos los ámbitos de la vida. Uno empieza a asociarlo a otras cosas o simplemente lo deja pasar. En vez de hablarlo directamente, empiezan a interferir otros factores. Yo decía que siempre había tenido problemas, pero después me di cuenta que no, que en la medida que fui sumando medicamentos, mi sexualidad cambió”.

El caso de Valeria no es el único. El estudio Antidepressant-Induced Female Sexual Dysfunction –disponible en el Centro nacional para la información biotecnológica (NCBI) de Estados Unidos–, planteó en 2016 que la depresión es un factor de riesgo relevante para la disfunción sexual y que la relación entre ambas es bidireccional, tanto para hombres como mujeres. Es decir, la depresión puede ser causante de disfunciones sexuales, así como las disfunciones sexuales pueden dar paso a la profundización de una depresión. Se concluyó que del universo de 14.000 personas encuestadas, aquellas con diagnósticos de depresión tenían un riesgo del 50 al 70% de desarrollar disfunciones sexuales en las distintas etapas del acto sexual, las mujeres siendo más propensas que los hombres. Pero de ellos, un 40% de los casos eran atribuibles a los antidepresivos que les fueron recetados. A esto se le sumó que las tasas de disfunción sexual asociadas a medicamentos placebos fueron del 14%.

El estudio sirvió, además, para establecer que un 72% de las mujeres que tomaban inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina –el nombre técnico de los antidepresivos más comunes– reportó haber experimentado una disminución en el deseo sexual, y un 83% reportó una baja en la excitación. Alrededor del 42% de las mujeres informaron tener una mayor dificultad para alcanzar el orgasmo.

Si consideramos que la Encuesta Nacional de Medicamentos arrojó en 2017 que el 58% de la población chilena consume por lo menos un medicamento diario –de este grupo, un 68% son mujeres– y que, como se plantea en el estudio Antidepresivos y disfunciones sexuales: biología, clasificación y tratamiento, las aplicaciones clínicas de los antidepresivos se han ampliado más allá de los trastornos depresivos (incluyen trastorno obsesivo-compulsivo, crisis de angustia, trastornos de la alimentación), vale la pena preguntarse cuáles son, realmente, los efectos adversos de los antidepresivos; cuáles hemos normalizado; y si le hemos dado la importancia que merecen.

El psiquiatra del Centro Nevería y académico de la Universidad Diego Portales, Mario Hitschfeld, explica que hay distintas etapas fisiológicas en el acto sexual: la excitación, el orgasmo y la resolución, y cuando una mujer presenta dificultades, enlentecimiento o disminución en alguna de esas etapas las causas pueden ser varias. Por un lado, la sintomatología puede deberse a condiciones de salud mental –tales como la misma depresión, trastornos ansiosos y estrés que venían de antes de que se les recetaran los antidepresivos–, pero también a problemas físicos como diabetes y enfermedades crónicas.

POR LA TERCERA