Adicción al sexo, un comportamiento de origen psicológico

Por Agencias

La Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogó a la adicción al sexo o comportamiento sexual compulsivo como un problema de salud mental, una enfermedad entre las más de 55.000 que tiene fichadas.

Forma parte de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) de la OMS, una lista empleada por profesional sanitario de todo el mundo que identifica los problemas de salud, las heridas, y las causas de muerte.

En concreto, define la adicción al sexo como “un patrón persistente de fallo para controlar los deseos sexuales o impulsos sexuales intensos y repetitivos que resultan en un comportamiento sexual repetitivo”, es decir, que el sexo para esa persona se convierte en el centro de su vida hasta descuidarse a sí mismo y a sus responsabilidades.

Natalia Urteaga, bioquímica, sexóloga evolutiva y miembro de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS) de España, explica que los seres humanos tenemos deseos y necesidades esenciales, tanto conscientes como inconscientes, que buscamos satisfacer.

“El alivio, euforia, o placer que se siente al satisfacerlos, va creando patrones y hábitos en la personalidad. Estos hábitos pueden crear formas emocionales tan poderosas que toman las riendas, alterando así el comportamiento de la persona. Cuando la satisfacción temporal de esa necesidad o deseo, ocasiona consecuencias negativas a largo plazo y, sin embargo, no se puede renunciar a ella, podríamos hablar de dependencia”, remarca.

Seguridad y poder

Según recuerda, el médico experto en adicciones Gabor Mate dice que ‘la adicción satisface una necesidad humana esencial que de otra forma no estaría presente en la vida de esa persona’. “Cree que es una respuesta al sufrimiento humano que está arraigada en la adversidad, e incluso en el trauma”, añade la miembro de la AEPS.

Así, señala que a través de la interacción erótica se pueden satisfacer deseos y necesidades esenciales ya que el encuentro amatorio puede producir sensaciones de conexión, de seguridad, de poder, de calma, de sentido vital, etc. que dejan una impronta en el sujeto sexuado.

“Cuando estas sensaciones son capaces de aliviar un dolor emocional, su búsqueda puede convertirse en anhelo. De esta manera, el medio que permitió obtener esa sensación (el sexo) se confunde con el fin (la sensación de alivio) creyendo que es el sexo lo verdaderamente deseado”, advierte la sexóloga.

Niveles altos de dopamina

En términos neuroquímicos, la especialista indica que podría expresarse así: Durante la interacción erótica se incrementa la cantidad de dopamina del sistema límbico. La sensación de bienestar o excitación obtenida es tan gustosa que despierta el deseo de conseguirla de nuevo. Sin embargo, cuando los encuentros se repiten con frecuencia, las neuronas se habitúan a esos niveles inusualmente altos de dopamina, segregando mayor cantidad de receptores dopaminérgicos.

Entonces los niveles normales de dopamina no resultan tan satisfactorios y aparecen los estados de ansiedad. Por ello, se recurre a encuentros cada vez más intensos, frecuentes, variados, o novedosos para obtener esos niveles altos de dopamina.

En este contexto, si bien Urteaga considera que el trabajo terapéutico con las dependencias es “delicado”, ya que requiere de introspección, paciencia y empatía, dice que profundizar en la sexualidad, entender el porqué y para qué de los encuentros, así como el cultivo de las cualidades eróticas -y no tanto el de las cantidades- pueden aportar respuestas y perspectivas interesantes. “Asimismo, herramientas conscientes como el análisis, la razón, y la voluntad son útiles en el proceso de crecimiento y evolución del paciente”, sostiene la experta.

Dado que la causa de las adicciones tiene generalmente un origen psicológico y no genético ni, por tanto, de herencia ligada al sexo, se manifiesta tanto en hombres como en mujeres, según precisa la miembro de la AEPS. No obstante, en lo relativo a hipersexualidad, indica que la mayor parte de casos se describen en varones.